lunes, 19 de mayo de 2014

"El Libro que canta", vuelto a contar por Yolanda Reyes...


Los invito a que se asomen a este libro que canta en la voz de su autora, Yolanda Reyes... con ilustraciones de Cristina López, en una producción estética y poética que se combina en una polifonía de sentidos...
Editado por Alfaguara, “El libro que canta”, con ilustraciones de Cristina López, vuelto a contar por Yolanda Reyes.- 

El 14 de Mayo de 2014, en el marco de un encuentro para especialistas en LIJ se presentó, en la librería “El Ateneo Grand Splendid”, editado por Alfaguara, “El libro que canta”, con ilustraciones de Cristina López, vuelto a contar por Yolanda Reyes.-

El libro, organizado en 4 capítulos, comienza con la redondez exacta del capítulo 0. Con una espera en donde la voz de una madre acaricia la redondez del vientre materno...

“mientras pasan los días junto retazos de palabras y canciones, ¿recordarás sus ritmos cuando vengas?... No importa: escucha su rumor...”, empieza diciendo la voz materna a quién aún no llegó y sin embargo, ya está acunándose con palabras, ya está la trama del lenguaje construyéndose en cada retazo. Letras que se engarzan una a otra, se entretejen, conformando el primer sostén...

Giran las canciones, como discos, como trompos, como rondas, como se mueve una niña o un niño que llegan del amor y de la luna, un niño o una “niña de agua” circulando en el universo materno.  Y, entre canciones, se contarán los orígenes antecesores de donde vienen todos los inventos madre, las manos que tejen, lo hilos que bordan nombres, mientras las “cuentas” suman las horas que hilvanan sueños con esperanzas:

“las horas que tiene el día
las he repartido así:
nueve soñando contigo
y quince pensando en tí”

El capítulo 1 corta la espera con la llegada, y entonces la voz madre, como una barca, meciéndose entre luces y sombras, acoge, arrulla y nombra.
De corazón a corazón, sístole y diástole, vaivén que mece al recién llegado, al compás de la memoria.
Canciones de toda la vida, nanas de ultramar, canciones de otras tierras, arrullos y hasta una receta llena de poesía para dormir.

Entre palabras, el capítulo 2 cobra cuerpo. Las historias caben ya en una mano diminuta, trazan huellas en la piel, preparan el terreno para los cuentos. “Caminitos de palabras” surgirán de creaciones colectivas, juegos tradicionales, historias mínimas del cancionero popular, historias para bañarse, peinarse, historias para amasar y hasta historias de postre, servidas de a “cucharaditas”, para saborear.

Si algo falta, hasta aquí, es “jugar por jugar” inaugurando el capítulo 3, habitado por juegos de la memoria poética, juegos de todas las infancias, de rondas y de nunca acabar...

Porque los lectores, justamente, nunca quieren que los libros se acaben, tal vez el capítulo 4 sea lo mejor que nos pueda pasar “Contar y nunca acabar”.  
Porque en la vida, la autora da fe, todo se puede contar y cantar. Porque las historias no se acaban. Porque las palabras están. Y nos acompañan una y otra vez, del derecho y del revés...
Retahílas, antiguas letanías para invierno y verano, historias de amor, y un “Conjuro” final que Yolanda Reyes nos regala junto con toda la herencia poética que este libro alberga en las voces de poetas de distintos lugares y épocas: Federico García Lorca (Español), Jorge Rojas (Colombiano), Aurelio Arturo (Colombiano), Amado Nervo (Mexicano), Eliseo Diego (Cubano); los versos de un hermoso poema cedidos por Ana Belén y Victor Manuel y los actuales aportes de la pedagoga musical Carmenza Botero (Colombiana).-

Sobre todo, este libro rescata y pone a salvo del olvido, de las grandes pérdidas, “la memoria oral de muchos hombres y mujeres que nos precedieron y que nos fueron labrando un cauce de palabras”...

Este libro que canta es la memoria vuelta a contar por Yolanda Reyes, que suma su voz – e invita al lector a sumarse – al coro de la memoria. Porque allí anidan “esas voces que el tiempo no puede quitarnos, que nos hacen sentir siempre en casa: envueltos y resguardados en un nido de palabras”

Sumo entonces mi voz lectora, me hago coro, memoria, infancia entre las páginas de un libro que me devuelven  a mi maestra de jardín cantando “aserrín, aserrán...” o abriendo la ronda con “juguemos en el bosque, mientras el lobo no está”, para que cuarenta alumnos animaran el círculo y desafiáramos el miedo animados a preguntar “¿lobo estás?”... O papá, a punto caballito, haciéndome viajar “al paso, al trote, al galope...”, finalmente serán los pájaros saliendo de la boca de mi abuela “estaba la pájara pinta/ sentada en su verde limón/ con el pico cortaba la rama/ con la rama cortaba la flor/ ¡Ay, ay, ay! ¿Cuándo vendrá mi amor?...”

Y termino, sí, en el conjuro final, para no olvidar esas voces, y para no olvidar que es cierto que lo que Yolanda Reyes dice en el Conjuro que tengo. Sí. Y que no, que no. Que no lo voy a olvidar. Nunca lo voy a olvidar.

Claro que, para conocer ustedes, lo que el conjuro asegura, tendrán que ir por el libro, disculpen, no lo puedo revelar…

Ivanna Rosselli El libro, organizado en 4 capítulos, comienza con la redondez exacta del capítulo 0. Con una espera en donde la voz de una madre acaricia la redondez del vientre materno...
“mientras pasan los días junto retazos de palabras y canciones, ¿recordarás sus ritmos cuando vengas?... No importa: escucha su rumor...”, empieza diciendo la voz materna a quién aún no llegó y sin embargo, ya está acunándose con palabras, ya está la trama del lenguaje construyéndose en cada retazo. Letras que se engarzan una a otra, se entretejen, conformando el primer sostén...
Giran las canciones, como discos, como trompos, como rondas, como se mueve una niña o un niño que llegan del amor y de la luna, un niño o una “niña de agua” circulando en el universo materno. Y, entre canciones, se contarán los orígenes antecesores de donde vienen todos los inventos madre, las manos que tejen, lo hilos que bordan nombres, mientras las “cuentas” suman las horas que hilvanan sueños con esperanzas:

“las horas que tiene el día
las he repartido así:
nueve soñando contigo
y quince pensando en tí”

El capítulo 1 corta la espera con la llegada, y entonces la voz madre, como una barca, meciéndose entre luces y sombras, acoge, arrulla y nombra.
De corazón a corazón, sístole y diástole, vaivén que mece al recién llegado, al compás de la memoria.
Canciones de toda la vida, nanas de ultramar, canciones de otras tierras, arrullos y hasta una receta llena de poesía para dormir.

Entre palabras, el capítulo 2 cobra cuerpo. Las historias caben ya en una mano diminuta, trazan huellas en la piel, preparan el terreno para los cuentos. “Caminitos de palabras” surgirán de creaciones colectivas, juegos tradicionales, historias mínimas del cancionero popular, historias para bañarse, peinarse, historias para amasar y hasta historias de postre, servidas de a “cucharaditas”, para saborear.

Si algo falta, hasta aquí, es “jugar por jugar” inaugurando el capítulo 3, habitado por juegos de la memoria poética, juegos de todas las infancias, de rondas y de nunca acabar...

Porque los lectores, justamente, nunca quieren que los libros se acaben, tal vez el capítulo 4 sea lo mejor que nos pueda pasar “Contar y nunca acabar”.
Porque en la vida, la autora da fe, todo se puede contar y cantar. Porque las historias no se acaban. Porque las palabras están. Y nos acompañan una y otra vez, del derecho y del revés...

Retahílas, antiguas letanías para invierno y verano, historias de amor, y un “Conjuro” final que Yolanda Reyes nos regala junto con toda la herencia poética que este libro alberga en las voces de poetas de distintos lugares y épocas: Federico García Lorca (Español), Jorge Rojas (Colombiano), Aurelio Arturo (Colombiano), Amado Nervo (Mexicano), Eliseo Diego (Cubano); los versos de un hermoso poema cedidos por Ana Belén y Victor Manuel y los actuales aportes de la pedagoga musical Carmenza Botero (Colombiana).-

Sobre todo, este libro rescata y pone a salvo del olvido, de las grandes pérdidas, “la memoria oral de muchos hombres y mujeres que nos precedieron y que nos fueron labrando un cauce de palabras”...

Este libro que canta es la memoria vuelta a contar por Yolanda Reyes, que suma su voz – e invita al lector a sumarse – al coro de la memoria. Porque allí anidan “esas voces que el tiempo no puede quitarnos, que nos hacen sentir siempre en casa: envueltos y resguardados en un nido de palabras”

Sumo entonces mi voz lectora, me hago coro, memoria, infancia entre las páginas de un libro que me devuelven a mi maestra de jardín cantando “aserrín, aserrán...” o abriendo la ronda con “juguemos en el bosque, mientras el lobo no está”, para que cuarenta alumnos animaran el círculo y desafiáramos el miedo animados a preguntar “¿lobo estás?”... O papá, a punto caballito, haciéndome viajar “al paso, al trote, al galope...”, finalmente serán los pájaros saliendo de la boca de mi abuela “estaba la pájara pinta/ sentada en su verde limón/ con el pico cortaba la rama/ con la rama cortaba la flor/ ¡Ay, ay, ay! ¿Cuándo vendrá mi amor?...”

Y termino, sí, en el conjuro final, para no olvidar esas voces, y para no olvidar que es cierto que lo que Yolanda Reyes nos dice en el "Conjuro" que tenemos. Sí. Y que no, que no. Que no lo voy a olvidar. Nunca lo voy a olvidar.
Claro que, para conocer ustedes, lo que el conjuro asegura, tendrán que ir por el libro, disculpen, no lo puedo revelar…

Ivanna Rosselli

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